El conocido en castellano como «Cormorán grande», Phalacrocorax carbo (Linnaeus, 1758), es una especie de ave del orden Suliformes que pertenece a la familia Phalacrocoracidae. De distribución prácticamente mundial, se puede encontrar en zonas templadas, subtropicales y tropicales tanto del hemisferio N como del S: Eurasia, África, Groenlandia, las costas atlánticas de Norteamérica y Oceanía. En general se reconocen 6 subespecies de P. carbo, aunque algunos biólogos las consideran lo suficientemente diferenciadas como para elevarlas taxonómicamente a especies. Son las siguientes:
- Phalacrocorax carbo subsp. carbo (Linnaeus, 1758): la subespecie nominal, se encuentra principalmente en las costas atlánticas, desde Groenlandia y la costa E de Norteamérica hasta el N de África, anidando principalmente en las provincias marítimas de Canadá. Es la más común en la Península Ibérica.
- Phalacrocorax carbo subsp. novaehollandiae (Stephens, 1826): vive en las aguas de Australasia.
- Phalacrocorax carbo subsp. sinensis (Staunton, 1796): habita desde el W de Europa hasta el E de Asia.
- Phalacrocorax carbo subsp. maroccanus (Hartert, 1906): se encuentra en el NW de África.
- Phalacrocorax carbo subsp. lucidus (Lichtenstein, 1823): vive en las costas del África subsahariana.
- Phalacrocorax carbo subsp. hanedae (Kuroda, 1925): propia de Japón.

En la Península Ibérica se pueden encontrar ejemplares de la subespecie sinensis (procedentes del W de Europa), invernante muy frecuente y numeroso en nuestras costas, de la subespecie lucidus, procedentes del N de África, y de la subespecie carbo, la mas común, procedentes de las Islas Británicas. En Galicia, donde se conoce en gallego como «Corvo mariño real», su población invernante -asociada a hábitats de agua dulce- se estima en más de 4000 individuos, aproximadamente un 5% del total de invernantes en territorio español. La gran mayoría de estos individuos proceden del centro y N de Europa: Reino Unido, Holanda, Dinamarca, Suecia, etc. Tras nidificar en esas zonas y terminar de criar entre agosto y septiembre, vienen aquí a pasar el invierno y vuelven a sus lugares de origen cuando empieza la primavera.


Históricamente, el cormorán grande era una especie que venía a la Península Ibérica a pasar sólo el invierno (de septiembre a octubre) a nuestras costas y aguas continentales. En los años 60 y 70 del siglo XX estuvieron en peligro de extinción tras ser intensamente cazados porque eran considerados perjudiciales para la pesca, y apenas llegaban a España un millar de ellos cada temporada. Tras dejar de ser cazados, sus poblaciones nórdicas se recuperaron y así en nuestros días nos visitan todos los años unos 75000 individuos, cifra que parece aumentar lenta y progresivamente. Además, desde hace unos cuantos años se ha asentado puntualmente como reproductor en embalses del interior. No obstante, el hecho de su expansión unido a que su dieta consiste en buena medida en peces con interés pesquero, ha vuelto a generar en el hombre un fuerte rechazo a su presencia, llegando incluso a ser acusado -falazmente- de ser una especie invasora que hay que eliminar. En esa coyuntura, responsabilizado el cormorán grande por el descenso en las capturas de los pescadores de río (en especial salmónidos), el gobierno del Principado de Asturias (comunidad autónoma vecina oriental de Galicia) lleva permitiendo desde hace años la matanza de cormoranes presionado por algunas sociedades de pesca deportiva. Según datos de la propia Administración, y a fecha de diciembre de 2022, se han exterminado más de 3500 aves desde 2005, que fue cuando empezaron las matanzas «legales». Este número se queda muy corto porque no contabiliza los ejemplares no recogidos tras la caza: aquellos que huyeron heridos o cuyos cadáveres no pudieron ser recuperados. En todo caso, este cormorán es el chivo expiatorio que difumina los verdaderos motivos de la escasez de peces, como la contaminación de los ríos, el uso ganadero y agrícola de éstos, las captaciones de agua, la alteración de los caudales, el aumento de las licencias de pesca o la introducción de auténticas especies invasoras como el cangrejo americano o la perca americana (o black bass, introducida por los propios pescadores) que encima sirven de fuente de alimento a los cormoranes. Todos ellos, elementos que sí impactan al medioambiente de manera decisiva y que son obra en exclusiva del humano.


El cormorán grande es un ave de gran tamaño, mayor y más robusta que el cormorán moñudo o Phalacrocorax aristotelis (Linnaeus, 1761), la otra especie de cormorán presente en la Península, si bien el moñudo es un cormorán totalmente marino que no penetra en los ríos. Volviendo al cormorán grande, mide 70-100 cm de de longitud y 120-160 cm de envergadura, con 2-4.5 kg de peso, habiendo una gran variación de talla entre las diferentes subespecies de su muy amplia área de distribución. Los machos suelen ser mayores y más pesados que las hembras. Tiene el cuello largo y grueso. El pico, de un color grisáceo más o menos claro y con la base amarillenta-anaranjada, es fuerte, con un gancho muy pronunciado en la punta que le sirve para sujetar firmemente las presas y las fosas nasales fusionadas. En la base de la mandíbula inferior presenta una zona sin plumas que alcanza casi los ojos, de color claro. Sus patas están retrasadas respecto al resto del cuerpo, lo que ocasiona que caminen en tierra de forma extraña en tierra, como los patos o a saltos, y son gruesas, negras, con las tibias emplumadas y los pies palmeados. Cola larga en forma de cuña, con las plumas puntiagudas. El plumaje, sin dimorfismo sexual, es negruzco con brillos e irisaciones azuladas o verdosas, siendo característica una mancha blanquecina en la garganta y a los lados de la cara, y unas plumas coberteras bronceadas. La coloración y brillo de las plumas del dorso hace que parezcan escamas. Durante el periodo reproductor el plumaje de la cabeza se vuelve más claro y vistoso. El plumaje de los juveniles es parduzco, con la zona ventral más clara que la dorsal, a veces blanquecino, con muslos y flancos más oscuros, con un moteado blanquecino en cabeza, cuello y pecho. Iris de gris marrón a azul verdoso. Los inmaduros exhiben tonos intermedios que se van oscureciendo, pero ya tienen un iris verde esmeralda como los adultos. Las subespecies no nominales de P. carbo que se encuentran en la Península Ibérica (sinensis y lucidus), se diferencian por tener la primera manchas blancas en el rostro, garganta y nuca, manchas que en la segunda aparecen unidas formando una de mayor tamaño que recorre el mentón, garganta, cuello y pecho.


En cuanto a su reproducción, las parejas suelen ser son monógamas, reuniéndose en años sucesivos. La época de cría varía en función de la situación geográfica, ocurriendo en nuestras latitudes (hemisferio N) entre abril y junio principalmente. Los machos eligen y defienden un territorio de anidación, y se exhiben mediante el aleteo para atraer a las hembras a su lugar de anidación: levantan las puntas de las alas hacia arriba y hacia afuera, ocultando y exponiendo alternativamente las manchas blancas que tienen en los muslos. Aunque es un ave habitualmente bastante silenciosa, emite varios tipos de sonidos guturales en sus colonias de cría, algunos de ellos para comunicarse la pareja. Las parejas también se acicalan entre sí, entrelazan sus cuellos y realizan otras demostraciones de su unión en contextos específicos. Ambos construyen el nido, sobre todo en repisas y oquedades de acantilados costeros o sobre árboles grandes, ocasionalmente tierra adentro. Es un nido que puede llegar a ser de gran tamaño, integrado por materiales como algas, plumas, ramas, hierbas y excrementos, pudiendo ser reutilizado y reformado en años sucesivos. La puesta, realizada entre abril y junio, consiste típicamente en 2-4 huevos de color azul verdoso, que tras ser incubados entre sus pies y sus senos tanto por la hembra como por el macho, eclosionan a los 28-31 días. Si se pierde una nidada a principios de la temporada, los progenitores intentarán volver a formar otra. Los pollos, que se alimentan introduciendo su cabeza en el pico de sus progenitores y tomando el alimento que ellos regurgitan desde la bolsa faríngea, compiten por el alimento: las más fuertes se alimentan más y aunque la más pequeña a menudo muere en pocas semanas, la tasa de supervivencia del resto suele ser alta. Las causas más comunes de muerte de los pollos son la exposición a los elementos, la depredación, la inanición y las caídas del nido. Aunque los pollos abandonan el nido al mes de nacer, son cuidados por sus progenitores unas 4 semanas más hasta que pueden volar. Es común que en grandes colonias las crías se reúnan en guarderías después de dejar el nido, si bien los padres aún las siguen reconociendo en esas congregaciones. Alcanzan la madurez sexual a los 4-5 años de edad. El cormorán grande salvaje más longevo registrado tenía 22 años, pero lo normal es que su esperanza de vida no supere los 15.

The Birds of Great Britain, Vol.1 (Londres, 1862-1873)
John Gould
Fuente: New York Public Library (digitalcollections.nypl.org)

Animal pesado al que le cuesta levantar el vuelo desde el agua, el cormorán grande vuela aleteando de forma estable pudiendo alcanzar altas velocidades (hasta 90 km/h), frecuentemente a ras de agua para aprovechar el denominado «efecto suelo», con algún planeo o vuelo circular ocasional. Como animal gregario que es, puede también volar con otros individuos en fila o en la típica formación de V. Mayoritariamente piscívoro, se alimenta de un amplio espectro de peces, crustáceos, moluscos, etc., tanto marinos como de agua dulce, sintiendo predilección por las anguilas (fácilmente engullibles). Nada con sólo una cuarta parte de su cuerpo emergida, sumergiendo la cabeza con frecuencia para localizar peces, a los que persigue nadando o -más frecuentemente- buceando con las alas pegadas al cuerpo e impulsándose con sus grandes patas palmeadas. Es entonces cuando despliega su habilidad más destacada, el buceo, realizando con gran agilidad inmersiones de largo recorrido y duración (hasta 30 segundos o más), bajando a profundidades considerables (hasta 20 m aproximadamente), pero siempre sin alejarse demasiado de la costa. En ocasiones varios individuos pueden colaborar para acorralar y pescar a sus presas con mayor eficiencia. Una vez hecha la captura, emerge a la superficie para engullir sus capturas. Al igual que otros cormoranes, su plumaje es permeable para facilitar la inmersión, por lo que suele vérsele extendiendo sus alas al sol y al viento para secarlas y al mismo tiempo regular el volumen de sus sacos aéreos. A pesar de lo popularmente difundido, sí engrasan regularmente su plumaje con la secreción de una glándula, siendo la especial estructura de las plumas la que permite que éstas puedan absorber agua para reducir la flotabilidad. Como todos los cormoranes, son diurnos, acudiendo al agua sólo para alimentarse. A diferencia de otras aves acuáticas, no descansan sobre el agua, siempre lo hacen en tierra buscando lugares elevados y seguros como rocas, ramas, árboles o cables eléctricos. Los principales depredadores naturales de los huevos y las crías del cormorán grande son los cuervos y las gaviotas, mientras que los ejemplares más jóvenes -a veces los adultos- pueden ser cazados por águilas, halcones y zorros.


Vive en bahías y estuarios próximos a la costa, en acantilados, islas rocosas e islotes, marismas, puertos, lagos interiores, cauces de ríos, arrozales, embalses del interior… En casi cualquier lugar con masas de agua en las que haya suficiente cantidad de peces.



Sinónimos y taxones infraespecíficos de Phalacrocorax carbo (Linnaeus, 1758):
- Australocorax gregorii (De Vis, 1905)
- Carbo cormoranus (Meyer & Wolf, 1810)
- Pelecanus carbo (Linnaeus, 1758)
- Phalacrocorax carbo subsp. carbo (Linnaeus, 1758)
- Phalacrocorax carbo subsp. hanedae (Kuroda, 1925)
- Phalacrocorax carbo subsp. lucidus (Lichtenstein, 1823)
- Phalacrocorax carbo subsp. maroccanus (Hartert, 1906)
- Phalacrocorax carbo subsp. novaehollandiae (Stephens, 1826)
- Phalacrocorax carbo subsp. sinensis (Blumenbach, 1798)
- Phalacrocorax carbo subsp. sinensis (Staunton, 1796)
- Phalacrocorax gregorii (De Vis, 1905)